‘La Cabaña en el Bosque’: nunca esperar mereció tanto la pena.

3 diciembre, 2013 Deja un comentario

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Es imperativo exigir la cabeza –hueca – del culpable de que La Cabaña en el Bosque haya llegado a las pantallas españolas con más de un año de retraso. Tras su triunfal paso por el box office estadounidense y los numerosos vítores cosechados en el Festival de Sitges, nada podía justificar tal insufrible dilación. Con todo, lo importante es que ha aterrizado…y de qué manera.

Así, vaya por delante decir que las expectativas se han cumplido. La Cabaña en el Bosque supone una retrospectiva al género slasher desde sus más oscuras entrañas. Para ello, transgrede toda norma escrita, eleva a la enésima potencia toda emoción y subvierte las expectativas de forma deliciosamente perversa. Si el renacer del terror juvenil en los noventa fue Scream (pionera en romper el tablero y cambiar a su antojo las reglas del juego) La Cabaña en el Bosque lo es de esta época tan decadente y poco alentadora, a la que además parodia y psicoanaliza. Pocas veces se ha visto un pasatiempo tan inteligente, en el que se siguen los clichés para retorcerlos, en donde muere quien tiene que morir en el orden previsto pero ello ocurre por causas que hasta el momento desconocíamos. La Cabaña en el Bosque es, en definitiva, el making-of que nos desvela por fin quiénes se escondían detrás de esos terrores que llevan largo tiempo produciéndonos escalofríos. Sus porqués son si cabe más merecedores del congojo que sus parricidios, y en ambos se conjuga la comicidad con la sangría desmembradora con tal brío que asombra. Esa media hora final, con muy probablemente el delirio de terror más disfrutable de los últimos tiempos, y el cameo de quien menos presagiábamos son el broche final perfecto. No hay motivo para dilatar más su visionado, La Cabaña en el Bosque ha llegado para triunfar, y es de recibo coronarla como lo que es: una joya del terror moderno. ¡Corred, insensatos!

Puntuación: ★★★★ (sobre 5)

Categorías: CRITICAS

¿Sigue siendo ‘Sharknado’ la «mejor peor» película del año?

3 diciembre, 2013 Deja un comentario

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El fenómeno cinematográfico del pasado verano no resultó ser finalmente ni “El Llanero Solitario” ni “Pacific Rim”, cuyas heridas de guerra tras una colisión de aúpa contra las taquillas todavía provocan lloros entre las majors que arroparon tan costosos proyectos. Lo que no se esperaba ni por asomo la casposa productora Asylum era que uno de sus más descabellados e hilarantes proyectos, “Sharknado”, se iba a convertir en la cinta más comentada de la época estival. Lo que se dice un hype en toda regla, y razones no le faltan.

 

El propio título de la obra es ya clarificador y no induce a la duda. Así, si unes Shark+Tornado, lo que tienes es, lógicamente, tiburones y tornados juntos y revueltos. Transcurrido el éxtasis veraniego que la encumbró a la gloria del cine chusco, cabe preguntarse si “Sharknado” es la mejor peor película que nos han querido vender.

 

La principal virtud de “Sharknado” – y quizás de todas las películas marca Asylum – es que no se esconde a la hora de mostrar sus flaquezas en pos de convertir el producto en un súmmum de diversión de colosales proporciones. Así como el “Godzilla” de Roland Emmerich escondió sus deficiencias digitales (a pesar de sus 130 millones de presupuesto) haciendo transcurrir toda la acción sospechosamente a la luz de la luna, “Sharknado” no oculta su endeblez en cuanto a efectos especiales y opta por no escatimar a la hora de enseñar a escualos volando por los aires mientras despedazan a todos los infelices que pasean por la función. Así, poco importa si tanto las imágenes como el argumento son dantescos: la diversión se palpa, late y fluye, y es ahí donde resulta vencedora.

 

Ni que decir que los diálogos y las situaciones son gratamente jocosos e incluso denotan un halo de crítica social – ese personaje que sugiere que el gobierno vigila a la sociedad es un evidente guiño al espionaje de Obama y su gabinete – y que no está endosado con calzador. Por si fuera poco, tenemos tanto a una Tara(da) Reid con cara de susto durante todo el metraje como a un Ian Ziering post-Sensación de Vivir ganándose las habichuelas y que resulta un ejercicio de melancolía que no molesta, es más, se llega hasta a agradecer.

 

Con todo, lo que se debe tener claro es que, si se quiere afrontar el visionado de esta cinta con éxito, es sumamente necesario dejarse llevar sin preocuparte en demasía por las consecuencias. La fiebre ha pasado y, pese a todo, “Sharknado” no se ha desinflado. Por tanto, no me avergüenzo a la hora de declarar que yo soy uno más de los que esperan con ansias una secuela, siempre y cuando Tara Reid nos vuelva a premiar con su tontuna presencia…

Puntuación: ★★★ (sobre 5)

Categorías: CRITICAS

‘Insidious 2’…¿O ‘Expediente Warren 2’?

2 diciembre, 2013 Deja un comentario

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Resulta harto difícil enfrentarte a una película de James Wan cuando, a pesar de lo múltiples intentos, eres incapaz de apreciar sus virtudes, si es que las tiene. El estilo de este realizador dedicado hasta el momento en cuerpo y alma al terror es muy característico, tanto en sus formas como en sus detalles y simbología. Precisamente, lo que más llamativo resulta de Insidious 2 es que presenta similitudes lógicas con su antecesora, pero también con la reciente Expediente Warren, hasta tal punto que uno no sabe de cuál cinta es secuela. Ese es el principal problema del cine de Wan: es un cine cuyos códigos estilísticos y de lenguaje están demasiado prefijados, incluso encorsetados en un molde ya establecido del que parece imposible extraer una simple variación o licencia, así hasta el punto que no se halla nunca nada nuevo bajo el sol. ¿Qué diferencia al Patrick Wilson de Insidious y su secuela del de Expediente Warren? absolutamente nada. Por ende, se duplican incluso las identidades de los personajes, sus miedos y sus fobias, sus historias.

 

Otro gran problema que plantea esta secuela es su pretendida necesidad. Si bien es cierto que el Hollywood actual cocina secuelas a partir de tramas que no las requerían y llevando a cabos triquiñuelas de lo más variopintas para que parezcan absolutamente indispensables, en el caso de Insidious no es solo que no la necesitase, es que no interesaba explicar lo que había detrás, lo escondido, lo que el espectador tuvo que felizmente imaginar. Wan hace caso omiso y articula una secuela que más que servir para atar cabos sueltos, narra todo aquello que faltaba y que no era ni de lejos imperativo. Así, Insidious 2 parece el compendio de las escenas eliminadas de su antecesora y, aún peor, de Expediente Warren, lo cual ya es mucho decir. Poco ayuda que el cast esté nuevamente entregado al delirio – Rose Byrne se merece un buen puesto en la lista de las reinas del horror actual – puesto que en Insidious 2 por no haber, no hay ni doble ración de sustos ni de vísceras, algo que al menos, podría haber sido un consuelo ya que es de lo único que se suelen valer las dichosas secuelas innecesarias. Una verdadera pena, sin truco ni trato.

Puntuación: ★★ (sobre 5)

Categorías: CRITICAS

El delirio friki: Másters del Universo (Gary Goddard, 1987)

2 diciembre, 2013 Deja un comentario

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Mi madre tuvo a bien darme a luz en el año 1989, a las puertas de los frenéticos (en cuanto a acontecimientos) y terribles (en cuanto a moda) años  noventa. He-man y los Masters del Universo, línea de juguetes de Mattel, triunfó en el periodo comprendido entre 1981 y 1987 llegando a desbancar en cuanto a ventas a la Barbie, niña mimada y buque insignia de la empresa juguetera.  Puede parecer entonces que hay un error en cuanto a fechas, porque cuando los célebres muñecos con calzón de vikingo comenzaban a forjar su leyenda en el imaginario colectivo, yo todavía estaba en proyecto de ser un ciudadano del planeta tierra. Sin embargo, hay una explicación sencilla a tamaño misterio: cuando era un pequeño traste, mis primos tuvieron el gran detalle de permitirme jugar con sus Masters del Universo. Ahí  fue cuando empezó mi idilio friki.

 

De esas tardes de juegos con muñecos vintage destartalados, pasé a una búsqueda frenética por jugueterías de toda la geografía gallega. A día de hoy, y con 22 añazos, cuento con una colección importante de muñecos pertenecientes a la mítica saga ochentera, y soy digno pujante online. Guardo con  sumo cuidado vhs y DVD’s de la serie de dibujos animados, ya que He-man y los Masters del Universo tuvo su propio serial de manos de la digamos suavemente roma y parca en cuanto a medios Filmation, con la que obtuvo un éxito arrollador entre 1983 y 1985. Se puede decir que la serie de Filmation fue la primera en iniciar la estrategia de utilizar una serie de entretenimiento como catálogo de productos a vender.

 

Cuando el susodicho serial ya formaba más que parte del library de las cadenas que la habían repuesto hasta el hartazgo y la línea de juguetes ya no generaba las ganancias de antaño, Mattel, en un intento desesperado de insuflar vida a su agonizante gallina de los huevos de oro, decidió vender los derechos para la recreación fílmica del universo de He-man, Skeletor, y sus adalides y secuaces (respectivamente).

 

La decisión llegaba lógicamente a destiempo, y Mattel pagó caro su descuido. Ninguna major se ofreció a poner pasta por un proyecto que olía a flop a millas de distancia. Sin embargo, hubo un par de incautos – o más bien espabilados- que decidieron comprar la licencia a precio de saldo para así intentar rascar unos dólares. Los iluminados fueron Menahem Golam y Yoram Globus, mandamases de la Cannon Group, productora de películas de muy dudosa calidad (en su catálogo se albergan filmes de  la talla de Delta Force y demás cintas de Chuck Norris y otros reyes del cine de lucha casposo tan en boga en los ochenta). Con semejante punto de partida, pocas expectativas de llevar a buen puerto un proyecto que ya necesitaba de por sí un golpe de efecto si quería salir airosa en la batalla de las audiencias. Para la Odisea que se les venía encima, reclutaron a un actor emergente en cuanto a cine pugilístico, un rubiales sueco de nombre Dolph Lungdren, que había sido el antagonista de Sylvester Stallone en la exitosa Rocky 4. Además, contaron con Frank Langella, eterno secundario y desconocido pero de talento más que constatado. Por último se puso sobre la palestra a una joven y novata Courtney Cox, que se convertiría años después en una rutilante estrella televisiva a raíz del exitazo que supuso la serie Friends.

 

El resultado fue mejor de lo esperable, pero no suficiente para evitar el fiasco comercial y con ello dar  por finiquitado el universo de los Masters del Universo. El realizador, Gary Goddard, confesó tiempo después que poco pudo hacer con la presión económica impuesta por unos productores que no podían (o no querían) gastar más de lo pactado. De ahí a que los guionistas se sacaran de la manga una historia que comenzaba en el planeta Eternia de los dibujos animados pero que transcurría en su totalidad en el planeta Tierra. Todo ello por obra y gracia de una llave cósmica que acababa por accidente en nuestro mundo. Lógicamente, la razón no era otra más que la de abaratar costes. Como otras muestras del cutrerío imperante está la supresión de un personaje tan mítico como el mago Orko por un horrendo troll ideado expresamente para la película. Era más fácil maquillar a un enano que crear un pequeño mago que levitaba y hacía trucos de magia.

 

Sin embargo y pese a todo, Masters del Universo es una película que a día de hoy se recuerda con cariño y nostalgia por sus fans (que son muchos, si no se lo creen echen la vista a los precios que pueden llegarse a pagar por los muñecos  casi treinta años después de su salida a la venta).  ¿Existe alguna razón por la que deberíamos exculpar a esta película? Sí, la hay, y más de una:

 

En primer lugar, está ese aroma eminentemente ochentero, camp y casi kitsch que emana en cada uno de sus fotogramas. Vista hoy, Masters del universo es una película inocente, pueril y tontuna, y es que los niños de los ochenta consumidores de la Mirinda distan mucho de los de ahora, mas dados al Red Bull. Si realizáramos el experimento  de ponerle esta cinta a nuestro primo pequeño, probablemente acabaría riéndose de lo pasteloso de las situaciones o literalmente se dormiría. Vista por nosotros, los mayores, Masters del Universo es una película amable y bonita, no hay una palabra malsonante ni un solo chorro de sangre (aquí, como en la serie, nadie moría, como mucho los malos acababan en un lodazal escarmentados) y existe una exaltación de los buenos sentimientos y de las virtudes muy propio de aquella época y de las películas de la Amblin, sin ir más lejos.

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Es muy digna también la manera en que el equipo de la película logró salir del entuerto propiciado por la escasez de medios. La historia se trazó a partir y debido a la falta de dinero, pero la cuestión es que supo sobrevivir a la tormenta con somera dignidad. Tanto el viaje al planeta tierra y las aventuras que en él se llevan a cabo como la puesta en escena, el diseño de los personajes e incluso los efectos especiales (humildes pero efectivos) son notables, y no se le puede ni se le debe pedir más.

 

Sin embargo, la gran baza con la que cuenta la película viene de la mano del villano de la función. El Skeletor de la serie animada evolucionó desde el papel arquetípico de malvado bellaco a una caricatura de sí mismo y casi colega de su eterno odiado príncipe de Eternia. El Skeletor del film es únicamente la representación absoluta del Mal con mayúsculas.

 

Frank Langella ha declarado en varias ocasiones que el papel con el que más se ha divertido en toda su carrera fue precisamente el de Skeletor, y no es para menos. Cada vez que hace su aparición en pantalla, Langella nos seduce con todo tipo de gestos y movimientos que subrayan la crueldad intrínseca de un malvado que lleva tiempo ansiando terminar con el héroe de la función y gobernar un planeta del que ha sido desterrado y vilipendiado. Sus diálogos son pomposos, si me lo permiten shakesperianos y mas que antológicos.

 

En una de las escenas más enigmáticas del film, Skeletor se mira la palma de la mano lánguidamente una vez que ha capturado a He-man tras años de persecución y sentencia: «Todo le llega al que sabe esperar». Ha ganado por fin, pero su voz ronca cae taciturnamente por la garganta sintiendo que su lucha ha perdido sentido, porque si caza a He-man, su existencia deja de tener sentido. Lo sabe y dice lo que tiene que decir, pues en el fondo está deseando que He-man se escape y volver a empezar la batalla.

 

Porque lo que a Skeletor le gusta es perseguir a He-man, no cogerle, igual que al Jóker le divierte más ir detrás de Batman y jugar con él. Lo divertido es que en el fondo son amigos. Y ninguno puede matar al otro porque el mal sólo puede existir si hay un bien al otro lado de la balanza. La magnificencia de Skeletor es palpable. El puede acabar con He-man, pero simplemente no le da la gana. En una escena le espeta a su eterno adversario “Yo soy más que un ser, más que la vida,  soy un Dios, tu Máster, así que arrodíllate ante mí”. Se sabe superior y lo que quiere es divertirse. Lo excepcional es que consigue divertirnos también a nosotros.

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Pese a quien le pese, y a pesar de sonar descabellado, descerebrado e incluso cómico, Skeletor no tiene nada que envidiarle al sobrevalorado Darth Vader (el plagio a la saga de George Lucas es más que evidente, basta con ver ese calco a los Stormtroopers pero con uniforme negro). Si por algo podría perder la batalla sería por esa mascara de goma que le resta contundencia y credibilidad, pero lo cierto es que el mayor de mis canguelos vino de la mano y gracias a Frank Langella. Me quedo para siempre con la curiosidad de cómo sería juntar a estos dos malvados junto al Señor de la Oscuridad  de Legend. Sin duda, un triunvirato del horror de lo más terrorífico.

Para terminar de convenceros, os diré que la banda sonora la firma Bill Conti, ganador del Oscar por el soundtrack de Elegidos para la Gloria, pero más célebre si cabe por ser el autor del tema principal de Rocky. Siendo francos, el tema principal es un plagio sin miramientos del de Superman, pero es una fanfarria tan melódicamente ochentera que encandila y deja pegada por sí misma.

 

Por todo lo expuesto, este film es mi placer culpable. Una película parca en cuanto a puntuaciones pero que en mi foro interno es un pletórico cinco estrellas. Ahora solo me resta enunciar dos cosas:

 

1) Ruego y suplico que sea la major que sea, que alguna se anime a realizar una nueva película de una vez. Si ya le ha tocado a los Transformers, a G.I JOE y a TRON: ¿ A qué esperan con el más exitoso de todos los mitos culturales ochenteros?

 

2)  Por el poder de Grayskull! (¿pensabais que iba a marcharme sin decir esto?).

 

 

 

Lorenzo Chedas Redondo. SecondWeekendDrops.

Categorías: CRITICAS

LA MÁS GRANDE ESCENA DE LA HISTORIA DEL CELULOIDE.

8 noviembre, 2011 Deja un comentario

 

Todos y cada uno de nosotros guardamos en nuestro interior un almacén que alberga aquel material que nos es genuinamente simbólico y que está cargado de sentimientos que sólo nosotros mismos logramos entender. Tú, que estás leyendo esto ahora mismo, posees una canción, pieza o composición que te identifica; un cuadro, escultura o manifestación artística que semeja haber sido modelada con tus trazos vitales, y una película o escena cuyos fotogramas parecen haber sido inspirados en tu propia existencia.

Las razones de dichas preferencias son tan variadas como el compendio de obras artísticas que podríamos publicar con las elecciones de cada uno de nosotros, pero lo importante es que las hemos escogido, o más bien, que ellas nos han escogido a nosotros. Esta máxima se empapa en las aguas de la verdad en el preciso momento en el que su representación provoca en nosotros los sentimientos más agitados, más reales  a la par que humanos. No suelen existir las razones objetivas, porque los sentimientos no nacieron para serlo, se mueven por las pasiones e instintos, y de eso sabe mucho el mundo de las artes.

El presente texto se va a centrar a partir de ya en cuál es la escena fílmica que más me ha cautivado, aquella que me enamoró desde el primer instante en que la vi, mi propio time of my life.

Para alguien que lleva desde la tierna edad de ocho años intentando ser un clarinetista inspirado y con dotes, la cinta Amadeus se erige como baluarte casi evidente de lo que  podríamos apodar la película de tu vida. Mas allá de la evidente razón, a saber: el amor exacerbado por la música que se supone proceso, existen otros motivos que ayudan a consumar tamaña adoración.  Y es que Wolfgang Amadeus Mozart fue el compositor que llevo a su cota máxima de importancia y prestigio al clarinete, testigo que recogería y terminaría de encumbrar Beethoven a las puertas del período posterior, el consabido Romanticismo.

Por otro lado, no debemos olvidar que el tópico principal del film Amadeus no es simple y llanamente contar la vida  y obra de uno de los grandes maestros de la música clásica en general y del Clasicismo en particular, sino que la película es un estudio, una tesis y una oda a uno de los pecados capitales más extendidos en la sociedad posmoderna: la envidia.

De la mano de Antonio Salieri, el supuesto compositor rival y contrincante de Mozart (y digo supuesto ya que tal rivalidad jamás existió, de ahí a que el  film sea apenas biográfico y que su verdadero origen matriz fuera la adaptación de una obra de teatro basada a su vez en una ópera cuya autoría corresponde a Korsakov y que exploto por vez primera este supuesto antagonismo) asistimos a un proceso de primogénita desazón que termina en la más absoluta de las locuras. La maravillosa actuación de F. Murray Abraham supone el  mayor y más puro y vivo retrato de la envidia, sus gestos y sentencias son magna evidencia de un desdichado sentimiento que no cesa de brotar por sus venas.

Antonio Salieri lamenta la mediocridad de sus acordes a la vez que maldice la genialidad de su enemigo musical. El resquemor y el recelo llega a una cota tan alta que el desventurado artista declara la guerra a un Dios que para él ya no es misericordioso, puesto que ha elegido como instrumento suyo a un muchacho infantil, lujurioso, obsceno y jactancioso. Nuestro Salvador ya no tendrá el aprecio de un infeliz Salieri al que  sólo le concedió la capacidad de ver en Mozart su encarnación, la voz de un Dios injusto.

La escena final de este prodigioso y fascinante film es, sin duda alguna, la mejor escena del séptimo arte para el que esto escribe. En ella, Antonio Salieri, demacrado en un decrépito manicomio termina de recibir la confesión de un clérigo atónito ante las palabras de un anciano consumido por la rabia y los celos. Sin redención posible, el malaventurado artista sale de su alcoba ayudado por un empleado que empuja a duras penas de él montado en una silla de ruedas. El momento en el que recorre el insalubre pasillo atestado de dementes y perturbados  a los que exime de su medianía a la vez que enuncia “Yo os absuelvo, mediocres” es simple y llanamente, soberbio.

Comencé este texto diciendo que todos nosotros tenemos una escena, canción u obra que nos identifica. Sinceramente, esta escena es mucho más universal de lo que en principio parece ser y de lo que nos gustaría admitir que es. En un mundo actual tan exiguo y parco en cuanto a iluminados y tan atiborrado de poderosos de dudosas virtudes  que no nos quepa duda de un hecho que es irrefutable aunque escueza: Antonio Salieri hablará en favor de todos los mediocres del mundo, puesto que él es el más mediocre de todos, su santo patrón. Y ese día del Juicio Final, se escuchará de fondo alguna bagatela acompañada de la característica risa de hiena de un Mozart que, al contrario que nosotros, simples mortales, sí fue tocado con la varita de la virtud.

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JAUME BALAGUERÓ: EL REY DE LOS SUSTOS MADE IN SPAIN.

9 octubre, 2011 1 comentario

Este varón con pose reflexiva y más pelado que el inspector Kojak es, sin lugar a dudas, una de las grandes esperanzas del fantastique hispano.

 El género fantásticoterrorífico español ha sido desde sus inicios víctima de todo tipo de críticas y agravios, de dificultades y de prejuicios tanto por la crítica y la propia industria como por el público que ha frecuentado el menosprecio a este tipo de cine.

 Autores como Paul Naschy y Jesús Franco pueden considerarse los precursores en este campo. Los arranques fueron especialmente complejos y los citados realizadores, junto a muchos otros, tuvieron que hacer frente en las décadas del desarrollismo franquista  a los escollos y ahogos propios de la temida censura.

 La cosa no fue a mejor tras la codiciada liberación del yugo de la dictadura. En la década de los ochenta, directores como Juan Piquer Simón hicieron lo que bien pudieron e intentaron disfrazar la escasez de medios alarmante de la época imitando el standard visual norteamericano y con concesiones al estilo europeo, como puede ser la escuela italiana del giallo.

 Los primeros noventa fueron especialmente negros para el género terrorífico. Sin embargo, a finales de la década se dieron una serie de “catastróficas desdichas” que actuaron de flotador para el casi finiquitado terror castellano.

 Por un lado, hacía su aparición Alejandro Amenábar, que con su ópera prima, la estupenda Tesis y sus dos siguientes obras, Abre los Ojos y Los Otros, atavió de gloria y fama a un género que salvo alguna honrosa excepción jamás había disfrutado de ella.

Por otro lado, la fotocopia al modelo norteamericano se concentró en el género del slasher, quizás a raíz del revival yankee verbigracia de filmes como Scream. Así, cintas como Tuno Negro, El arte de morir o School Killer vendieron su alma al diablo y se prostituyeron artísticamente con el fin de obtener unos decentes datos de taquilla.

 Sin embargo, el hecho singular que entronca con la figura de Jaume Balagueró fue el surgimiento de la Fantastic Factory, filial de la distribuidora de Julio Fernández, la Filmax. Esta productora estableció como objetivo prioritario la producción de peliculas de terror de bajo presupuesto dentro de nuestras fronteras con vistas a ser distribuidas al mercado internacional. Como capitán del barco se escogió Brian Yuzna, otrora respetado realizador de perlas de la serie B ochentera, como Re-Animator o Re- Sonator.

La Fantastic Factory, en sus apenas cinco años de vida, fue quien de ofrecer a las plateas un total de nueve filmes de desigual calidad y fortuna. La productora ofreció el timón a viejas glorias de los ochenta como el citado Yuzna o Jack Sholder y Stuart Gordon, pero también sirvió de escuela para realizadores españoles como Jaume Balagueró o Paco Plaza.

Jaume Balagueró ha estado desde sus inicios ligado tanto a la productora Filmax, como a la Fantastic Factory y al director Paco Plaza. La obra inaugural de su filmografía fue Los sin nombre, de marcada factura de serie B, que sin contar con un cast de relumbrón, obtuvo notable reconocimiento en diversos festivales de índole fantástica.

Con su siguiente proyecto consiguió para la Fantastic Factory el mayor éxito de su corta existencia, a saber: Darkness, una cinta con pronunciado aroma nortamericano, amén de su factura y de un cast internacional de manos de la oscarizada Anna Paquin y Lena Onin. La cinta obtuvo una excelente recaudación en España, así como en otros países europeos como Italia y Francia. Pero lo más destacable fue el beneplácito de la audiencia estadounidense. Distribuida por la célebre Dimension Films, Darkness recaudó sólo en Estados Unidos más del doble de su presupuesto, y llamó la atención de la crítica especializada.

El siguiente paso en la fulgurante carrera del realizador catalán fue Frágiles. La cinta fue  producida por Filmax, aunque ya no bajo el mecenazgo de la Fantastic Factory (quizás como método de protección, ya que en este momento la productora terrorífica comenzaba a encadenar fracaso tras fracaso, y su desvinculación podía ayudarla a no obtener los prejuicios con los que de raíz ya partía por pertenecer a ella).

De nuevo Balagueró echó mano de un cast foráneo (a excepción de una Elena Anaya que se defendió la mar de bien con el inglés) y consistente, con una Calista Flockhart cuyo rol dejó bien claro que era perfectamente válida para papeles que se apartaran del histrionismo de Ally McBeal. Otra vez más la factura era intachablemente solvente y se alejaba de la pronunciada esencia a serie B prototípica de la Fantastic Factory, y si bien el guión era en sí un tanto déja vu, lo cierto es que Frágiles es una cinta de terror que destaca de entre las miles de propuestas que inundan las carteleras debido a su depurado estilo, su inquietante narración y su atractivísimo enfoque visual.

Sin embargo, la mayor gloria de Balagueró estaba aún por llegar. Con su amigo y también director Paco plaza, con el que ya había realizado un documental acerca de la gira del reality Operación Triunfo, Jaume codirigió el film Rec.

Paco Plaza, que también había salido de la cantera de la Fantastic Factory, para la que había realizado la muy notable Romasanta y él formaron un tándem magnífico con el que concibieron un film al estilo found footage (película encontrada) que tanto furor había causado con Holacausto Caníbal y más recientemente con El proyecto de la Bruja de Blair. Su envoltorio de falso documental es precisamente en donde se halla su mayor baza, y es que Rec horroriza no sólo por los sustos y el gore de rigor, sino también por su aparente realismo. E l espectador acaba imaginando que ese pandémico edificio podría haber sido el suyo, y que las diversas gripes porcinas y aviares son más reales de lo que en un principio podíamos pensar.

Rec no sólo infectó con éxito las taquillas, sino que obtuvo el reconocimiento de la Academia de Cine Española, que premió con el Goya a la Mejor Actriz Revelación a una Manuela Velasco que está sencillamente impresionante. Por si fuera poco, Rec fue objeto de remake por la industria hollywoodiense, que sustituyó el título original por Quarantine y creó un film plagiado del genuino cañí, pero con mucha menos gracia, ingenio y solera.

Después llegaría la consabida secuela, con igual suerte en taquilla a pesar de la ausencia del factor sorpresa y de la que ya se prepara una tercera y cuarta parte.

El presente inmediato de este director todoterreno pasa por el estreno de Mientras Duermes, con el siempre impresionante Luis Tosar como malo de la función y Marta Etura como  la víctima perfecta. El film, que está siendo una de las piezas más laureadas del célebre Festival de cine fantástico de Sitges, obtendrá presumiblemente el reconocimiento de crítica y público.

Balagueró ha querido huir en esta ocasión de los zombies y las apariciones espectrales y ha construido una cinta de marcada inspiración hitchcokiana en donde el terror es más clásico y contenido. Para más adelante queda la cuarta entrega de Rec, en la que volverá al terror de sangre y desmembramientos y al que seguirán presumiblemente otras muestras del buen hacer cinematográfico de esta esperanza del cine terrorífico español y europeo. Pero, mientras tanto y por lo de ahora disfrutemos del Balagueró más visceral, más espeluznantemente real. Buenas noches, y ten cuidado con quién te vigila…Mientras Duermes.

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SEQUÍA DE PLAZAS PARA LAS OPOSICIONES A SUPERHÉRO

6 septiembre, 2011 Deja un comentario

La grave depresión económica que azota al globo con extrema virulencia en la actualidad ha provocado que no quede ya una sola profesión que nos garantice ni tan siquiera el pan para subsistir. Sobran albañiles, profesores, camareros, arquitectos, e incluso superhéroes.

 

Aquellos ufanos y radiantes años ochenta, en donde un musculado superhombre de pantis azules y capa roja conocido como Superman se sobraba y bastaba él solito para defender al mundo de la devastación , quedan ya muy lejanos. No se demoró mucho la necesidad de contar con un mayor número de adalides para prestar noble servicio a la seguridad universal, y fue entonces cuando un hombre murciélago de nombre Batman decidió unirse a la magnánima causa, quedándose él solo ante el peligro, debido a la mala pata de un Superman que se vio lastrado para siempre a raíz de un aparatoso accidente al montar a caballo.

 

Sin embargo, el reinado en solitario del hombre murciélago fue de corta vida. El superhéroe con ciertas similitudes con un emo, se dedicó a las malas y sospechosas compañías, y el tándem homoerótico y festivo que se granjeó con Robin fue extremadamente criticado por una sociedad todavía demasiado conservadora. Así, a punto de caramelo el cambio de milenio, las masas se preguntaban quién les iba a salvar el trasero y fue entonces cuando se desató la hecatombe en forma de superávit de candidatos.

 

Los primeros en mostrar sus dotes como dignos paladines fueron los X-Men. La ciudadanía los recibió con calurosos vítores y así comenzaron su particular andadura.  Mayor beneplácito recibió el hombre araña –aka Spider-Man- que batió records de aplausos en todo el mundo.

 

A partir de ahí, se fueron sucediendo los intentos casi desesperados por obtener un puesto en el particular Olimpo de los hombres con superpoderes. Algunas intentonas se resolvieron con contundente solvencia (las sucesivas aventuras y desventuras de los ya citados mutantes y el hombre araña, Iron Man, así como el cacareado comeback de Batman) otras con hiriente indiferencia (Los 4 Fantásticos, El Castigador o El Motorista Fantasma) y las que menos se pegaron un sonoro batacazo (el costosísimo regreso de Superman, el obvio fracaso de los desconocidos Watchmen, los desastres perpetrados para lucir los escotes de Elektra y Catwoman o el doble traspiés de Hulk).

 

Por el medio, ha habido lugar para los galardones de relumbrón (el Oscar para la última misión de Batman) las disputas (el sonoro enfrentamiento del impertinente Edward Norton con el equipo de Hulk adquirió tal magnitud que Norton se negó a promocionar el estreno del susodicho film) los garrafales fallos de concepción (poner al frente de una película de superhéroes a Ang Lee es como colocar a Michael Bay ante un guión de Haneke) e incluso para convertir en alguna cinta de este ámbito tan mainstream en obra de culto (los fans de Daredevil consiguieron que se publicara un Director’s Cut con la verdadera visión del  director que fue record de ventas).

 

Sin embargo, en el último año, y más concretamente, en esta última época estival se han levantado las alertas (y en alguno de los casos, las ampollas) de la industria hollywoodiense. En apenas dos meses y medio desembarcaron ante las audiencias nada más y nada menos que cuatro nuevas aventuras de titanes todopoderosos (en alguno de los casos  con un margen de tiempo de apenas una semana). Esta situación es una clara muestra de que la factura de cintas de esta temática ha acabado acaparando una gran porción del cine cien por cien mainstream.

 

La clave es que, si bien los buenos dividendos obtenidos por los filmes de superhéroes ha sido un continuum a lo largo de la última década, los resultados y la situación vivida este último verano hace presagiar lo que se venía evidenciando desde hacía un tiempo: el público pide una pausa ante tanta descarga de adrenalina en formato salvavidas, y por otro lado, que no hay lugar ni cabida para tanto adalid de la justicia y el honor.

 

Echando mano a los datos del box office, contemplamos que la única que ha salido bien parada de cara al juicio del público y la crítica especializada ha sido Thor. La última entrega de las aventuras  de los X-Men, un reboot que encandiló a la crítica, ha sido acogida con tibieza por la audiencia mundial. Con tenue alegría también fue recibida El Capitán América, que ni se cubrió con gloria y fama en el asalto a las taquillas ni con el veredicto de los jueces críticos.

 

El caso más sangrante resultó el de Green Lantern. Observando con evidente recelo cómo la Marvel encadenaba éxito tras éxito con su cantera de superhombres, Green Lantern fue el exasperado conato de la DC por obtener los laureles del éxito con un héroe que no fuera su maniqueado Batman y su malogrado Superman. Con una lustrosa factura, amén de los más de 200 millones de presupuesto y con unos actores tan en boga como Ryan Reynolds y la gossip girl Blake Libely, Green Lantern fue vilipendiada por la crítica (que la acusó de ser un refrito de todo lo visto y revisto con anterioridad) e ignorada con dureza por las plateas.

 

Aún con semejante panorama, el futuro de los superhéroes no se presenta para nada proclive al cambio. El próximo año saldrán a la palestra una nueva entrega de Batman  y un relanzamiento de la franquicia de un Spider-Man totalmente renovado, dispuestos a arrasar sin miramientos. Además, El Motorista Fantasma tendrá una nueva oportunidad para encandilar al mundo, y unos cuantos superhombres (entre ellos Thor, Iron Man y Hulk) unirán sus fuerzas al estilo X-Men en Los Vengadores.

 

Si nada inesperado ocurre, todos ellos saborearán las mieles del éxito. Sin embargo, cabe preguntarnos hasta cuándo la situación continuará igual y si el fiasco de Green Lantern ha sido simplemente un caso aislado. La realidad mundial actual, con el pánico generalizado existente y los continuos conflictos inter potencias es idóneo para el surgimiento de hombres invencibles con superpoderes que trasmitan la falsa ilusión de que todo va bien. Sin embargo, como ya indiqué al principio, la grave recesión económica y la poca oferta de empleo semeja haber llegado al mundo de los hombres con mallas. ¿Hasta el infinito y más allá? Más bien, hasta donde se pueda….

Categorías: REPORTAJES

«Cars 2» de John Lasseter (2010)

3 agosto, 2011 1 comentario

¡ATENCIÓN: LA PIXAR SE NOS SINCERA!

Imagínense la siguiente estampa: los mandamases de la archiconocida filial de la Disney con la conciencia carcomida tras sus continuos engaños a su febril público deciden ir a confesarse para expiarse de toda culpa.

 Tras el protocolario “Padre, hemos pecado” el clérigo les reclamaría a toda la tropa –con el hortera de John Lasseter ataviado con alguna de sus célebres camisas hawaianas a la cabeza- la declaración pormenorizada de sus particulares mea culpa.

Así, los eternos Peter Panes comenzarían a relatar vida, obra y pecados. De cómo, en resumen, comenzaron creando una de las parejas más emblemáticas de la historia del séptimo arte – a saber: Woody y Buzz Lightyear- para terminar convirtiéndose en proxenetas del Toy’s ‘R Us.  

El cura, respetuoso, les declara que el consabido voto de confesión quedará guardado ante incluso la Variety y el News of the World. A continuación, y como vía para escapar del infernal panorama ya con Belzebú acechando decide como solución recitarles unos particulares mandamientos:

1. Amarás a la Disney sobre todas las cosas: La original y primigenia casa de los sueños  fue el centro de acogida de un jovencísimo (y de aquella todavía con pelo) Lassetter. No se sabe todavía a ciencia cierta la razón (aunque son muchos los que apuntan que Lassetter llegó en calidad de becario pero con ínfulas de gallito de pelea) pero lo cierto es que la Disney lo puso de patitas en la calle y Lassetter muy enojado decidió comenzar a juguetear con los vetustos ordenadores de 16 bits. De ahí al consabido salto a los dibujos en tres dimensiones bajo la tutela de la anteriormente despechada Disney, que la había vuelto a acoger como hija pródiga.

2. No tomarás el nombre de la Disney en vano: Por eso bajo unos tremendos delirios de grandeza, Lassetter se creyó con el poder suficiente como para escindirse de la Disney y montar su propio garito a espaldas de quien la acogió tras su primera rabieta allá por los lejanos ochenta.  Poco le duró la aventurilla, ya que para el estreno de la primera Cars, la Pixar ya estaba de nuevo en casita esperando con los dientes largos la llegada del masivo merchandising con el que engatusarían a los niños de todo el planeta.

3. Santificarás las fiestas: Desde su concepción, la Pixar ha sido la niña bonita y mimada de los certámenes cinematográficos. La excesiva adoración de la crítica ha llegado hasta el punto de nominar a la tercera entrega de Toy Story en la categoría de mejor película y mejor película de animación simultáneamente. Otro caso sangrante es la dichosa manía de nominar a todos los soundtracks de la factoría en la categoría de mejor banda sonora, puesto que, si bien son en su mayoría notables (o sobresalientes en el caso de la compuesta para Los Increíbles), no hay razón que justifique tamaña adoración y con su nominación dejan fuera a partituras bastante más logradas y menos acarameladas que las creadas por Newman o Giacchino.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre y  5. No matarás: Ante la concatenación de fracasos en el nuevo milenio, y aun habiendo cerrado los estudios de animación tradicional y apostando por las tres dimensiones, la Disney decidió dotar de cierto mando a John Lassetter, ya capitán de la Pixar. Así,  Lassetter tomó gran parte del control creativo del proyecto Tiana y el Sapo, vuelta a la animación tradicional que constituyó un notable fracaso. Con este resultado, Lassetter acabó mandando de nuevo al nicho a la animación del papel  y de la goma en tiempo récord.

6. No cometerás actos impuros  y 7. No consentirás pensamientos impuros ni tomarás por tonto a tu público : Este es quizás el punto más conflictivo a la par que polémico. A nadie se le escapa que el buque insignia de la Pixar es la saga Toy Story. Las razones son obvias: la primera parte fue la que dio el pistoletazo de salida no sólo a la saga sino también a la factoría. La segunda vino a dejar claro que la Pixar no desechaba la idea de realizar secuelas de sus filmes para así hacer caja, y la tercera simplemente rompió todo los récords. Pierdan el tiempo ustedes en explicaciones pseudofilosóficas de la  supuesta indudable calidad de una saga que se ha recreado en sí misma mostrándonos tres veces la misma estructura de historia sin que nos demos cuenta, a saber: A Andy no le gustan sus antiguos juguetes porque le compran otros más nuevos/ se han roto/ha crecido y se va a la universidad, se produce una situación problemática y los juguetes se extravían y quieren regresar a las manos de su antiguo dueño, en su intento desesperado por regresar aparece un tercer elemento en discordia (en la primera un niño tocapelotas y en las dos siguientes muñecos que pagan sus traumas con ellos) y por último el final feliz en manos de Andy o de una heredera. Es algo así como cuando David Bisbal nos calzó el Ave María y la Bulería haciéndonos bailar la misma canción por dos veces y sin que nos diéramos cuenta.

8. No hurtarás y 9. No dirás falso testimonio ni plagiarás: la Pixar es reina en cuanto a hurtar ideas ajenas, y lo es todavía más a la hora de esconder el plagio. No se sabe muy bien cómo pero la evidente copia al diseño del robot protagonista del film Cortocircuíto – Johnny 5-  exactamente idéntico a su sosainas Wall-e fue justificado y hasta perdonado (como suele pasar con todo error perpetrado por la Pixar). Tampoco nadie parece acordarse de cómo la Dreamworks lloró mares y mareas al ver que su Antz iba a tener que lidiar con la impersonal Bichos, cuando la productora de Spielberg había comenzado bastante antes la producción de la cinta. Aún así, la Dreamworks decidió devolverles la jugada con El Espantatiburones, la respuesta a la infantiloide Buscando a Nemo.

10. No codiciarás los dólares ajenos: He aquí el gran talón de Aquiles de la Pixar puesto en tela de juicio todavía más a tenor del estreno de Cars 2. Bien es cierto que los beneficios de la Pixar siempre han sido lo suficientemente lustrosos para lucir sin necesidad de añadir a las cifras de taquilla los dividendos obtenidos en concepto de merchandising. Pero fue precisamente la primera Cars la que comenzó a dejar claro que lo que buscaba la Pixar no era sólo los parabienes de la crítica especializada y el reconocimiento de las clases populares. Cars no supuso una gran alegría ni en cuanto a crítica ni en su puesta de largo en el box office, pero llenó las arcas como nunca antes a base de vender cochecitos de juguetes y scalextric basados en la cinta. Esta prostitución artística podría habérsele perdonado si no fuera porque el estreno de la secuela no ha dejado sino más claro la evidencia: que la primera se creó con las miras puestas en parte en la explotación de juguetes  y ante su éxito en este ámbito, la segunda nacería con ese único cometido.

Y así ha sido. Cars 2 es lo más próximo a una teletienda del Toy’s ‘R Us, un advertising de hora y media al que sólo le falta colocar en el inferior de la pantalla el rótulo de “Las pilas se venden por separado”. Por la película pasan miles de modelos de coches, barcos, camionetas y carretillas, todas con su número de referencia y hasta su código de barras, dispuestas a que los infantes le coloquen la pegatina de “Quiero esto”. La escasez de personajes y de escenarios y el ambiente íntimo de la primera parte (su máximo acierto, pues acababas confraternizando con los personajes) se ha sustituido por un desesperante torrente de vallas publicitarias, de luminosos fluorescentes, de asfaltos cristalinos y de decadencia posmoderna sobre cuatro ruedas. Algo así como The Fast and the Furious en versión infantil y sin el Danza Kuduro de fondo.

 Los reyes de la función anterior, Rayo Mcqueen y Muelle repiten los tópicos de manual (ahora parezco altivo porque soy famoso, me avergüenzo de mi amigo, mi amigo se deprime, hay un malentendido, hacemos las paces, fin). Los nuevos personajes no llaman la atención y caen en el olvido tan pronto el anuncio de juguetes  termina y los malos malísimos simplemente dan risa y hasta un poco de lástima.

Sin embargo, bien es cierto que la Pixar acierta en el sentido de que por fin ha encontrado la sintonía con los niños. La Dreamworks realiza películas irrisorias pero que provocan risa y eso gusta a los niños, la Disney quizás peca de infantiloide y romántica empedernida pero con ella han disfrutado incontables generaciones, y la Pixar lleva más de una década intentando contentar a toda la población. Es cierto que lo ha conseguido, pero si lo ha hecho ha sido a través de filmes como Wall-e y Up!, demasiado maduras para los niños y demasiado infantiles para los mayores. Cars 2 es lo que tiene que ser: una película de dibujos para niños y para los padres que los acompañan. Ese cuento chino de que se debería conseguir que los adultos vayan por gusto a ver una película de dibujos no  se lo cree ya nadie a estas alturas de la función. El complejo de Peter Pan que se quede para Lassetter.

No se me pongan tristes, porque aunque Cars 2 sea un fiasco, deberíamos celebrar que la Pixar por una vez se nos ha mostrado tal como es. Esto es lo que hay, y no hay máscara ni disfraz, pero desgraciadamente, tampoco conejo dentro de la chistera. Ahora a disfrutar del mainstream nihilista, y en navidades que disfruten los niños de sus juguetes made in china basados en Cars. Nunca La carrera del Siglo pareció tan buena al lado de esta. Ahora sólo queda la extremaunción. Amén.

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«Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2» de David Yates (2010)

18 julio, 2011 2 comentarios

 

EL PÚTRIDO LEGADO DE DAVID YATES

 

Y llegó el final de los finales. Aquel que llevábamos diez años esperando, el que todos imaginamos y construimos en nuestras mentes. Una de esas muchas mentes fue la de David Yates, el director de orquesta que llevaba tres películas de la saga a sus espaldas con unos credenciales más que dudosos.

 

Intento buscar algún tipo de explicación pseudocientífica, algún favor de colegas o incluso algún tipo de conjuro aturdidor que provocase que semejante inconsciente haya tomado la batuta y nadie cayera en la cuenta de que a cada compás que pasaba mayor era el desafine.

 

La saga de Harry Potter nació de la mano de Chris Columbus, director con los huevos más que cocidos en cuanto a cine familiar se refiere (Señorita Doubtfire o Sólo en Casa). El fue quien de trasladar de la tinta al negativo con eficacia las inquietudes de un niño de 11 años que pasa de ser la oveja negra de una familia que no es la suya a ser el mago del cual depende el futuro de un mundo mágico y desconocido para el resto de mortales (aka muggles). Ante este chungo percal, Columbus resolvió los dos primeros capítulos con solvencia, algo que resulta de agradecer pues fue quien de dar un dignísimo pistoletazo de salida a una saga que no hacía más que arrancar los motores.

 

Alfonso Cuarón fue, sin duda, la apuesta más arriesgada (que no la más fallida). Un director que venía de conseguir los laureles a través de una película (Y tu mamá también) que era de todo menos infantil, se encargó de dirigir la que es para muchos la preferida y niña mimada de la saga: Harry Potter y el prisionero de Azkaban. La taquilla la acogió como la menos taquillera de la serie, en parte debido a la errónea estrategia de estrenarla en pleno comienzo de la época estival con un bombardeo de blockbusters que obligó a repartir un pastel del que Harry Potter suele ser el principal comensal. Sin embargo, el tiempo le ha hecho justicia como un buen paso hacia la madurez de unos personajes que comienzan a comprender la importancia que suponen todas y cada una de sus acciones.

 

El punto álgido de la saga se alcanzó sin duda alguna con la cuarta entrega: Harry Potter y el Cáliz de Fuego. El libro suponía un cambio sustancial en cuanto al desarrollo de la trama usual: aquí ya no hay tediosas clases de pociones ni de herbología entremezcladas con planes para derrocar al malvado por antonomasia, sino que todo gira en torno a un torneo que enfrentará a las principales escuelas de magia europeas. El punto de partida ya es lustroso de por sí, pero todo ello se ve reforzado con el magnífico trabajo llevado a cabo por el siempre excepcional Mike Newell. Su elección no fue pura casualidad: si por algo ha destacado la serie de Harry Potter es por dar preferencia a profesionales ingleses y todo actor inglés de renombre y que se precie ha pasado por alguna de las películas de la saga. Sin embargo, todavía no se había sentado en la silla de realización un director inglés, por lo que la inclusión de Newell en el proyecto fue, sin duda, la mejor y más acertada estrategia en toda la línea de vida del célebre mago.

 

Esta cuarta película rezuma en cada una de sus escenas el irresistible aroma british que necesita una historia que es cien por cien inglesa. La cinta tiene el ritmo más acertado de entre todas, pues no decae ni un solo segundo, y por si fuera poco, Brendan Gleeson nos entrega  un Alastor Moody digno merecedor de un premio Bafta.

 

En el preciso momento en el que la cosa sólo podía y debía ir a mejor, comenzó la vertiginosa caída. Mike Newell abandona el barco para pena de todos e inexplicablemente algún grupo de inconscientes decidieron entregarle el timón a un orondo inglés que poseía un curriculum tan vacío como ridículo, puesto que no había dirigido más allá de unos cuantos capítulos para algún serial británico. El resultado fue lo esperado: un verdadero harakiri artístico.

 

A David Yates le pasó lo mismo que a Joel Schumacher con la saga de Batman. Harry Potter y la Orden del Fénix no se sabe muy bien cómo, consiguió de forma algo borderline salvar los muebles (al igual que lo consiguió Shumacher con Batman Forever). Pero de la misma manera que Batman & Robin enterró por siempre el respeto y confianza hacia el hombre murciélago, Yates hizo el ridículo más vergonzoso con Harry Potter y el misterio del príncipe, pues tuvo el dudoso honor de convertir la muerte de un personaje principal en un momento casi cómico y muy lejano a los lógicos lacrimales. Para colmo, que la muerte de un personaje secundario exclusivo de la cuarta película fuera más emotiva y se resolviera mucho mejor que el fallecimiento de un principal de toda la saga es sin duda digno de estudio como símbolo de ineptitud hacia la dirección.

 

Pero mientras que Shumacher fue despedido con una patada y Christopher Nolan fue capaz de recuperar no sólo el respeto perdido, sino de obtener las cotas más altas de calidad con sus aportaciones a la saga del superhéroe oscuro, Yates tuvo todavía las agallas suficientes como para continuar agonizando por la vía artística a una saga que necesitaba exasperadamente un nuevo bucanero al mando.

 

No sería de ley negar que este último capítulo dividido -¿justificadamente?- en dos partes supone una leve recuperación del prestigio perdido, pero no es ni de lejos suficiente. La primera de las dos partes fue aburrida, mera transición, con un final lógicamente más inconcluso que nunca y que consigue lo impensable y lo que se debería evitar a toda costa: no incentivaba ni una pizca a ver el supuestamente esperado final. Yates, como siempre, dirigía el velero y la velada de Guatemala a Guatepeor.

 

Y ahora llegó el final. Quienes leyeron la saga literaria, tendrán todo su derecho a patalear, puesto que Yates ha sido capaz de multiplicar por cien su mayor talón de Aquiles: tira por la borda todo momento emotivo. Bien es cierto que en este final suceden muchas cosas, y es difícil tocar todos los palos, pero Yates comete el error de intentar pasar por todos los entuertos y hacerlo más veloz que un sprint ciclista. Ante esto, sería mejor estrategia eludir algunos y concentrarse en aquellos que poseen más chicha, pero no hay manera.

 

Al final, Yates intenta quiere incluirlo todo y para ello suprime justo lo más necesario. Hay muertes y desenlaces trágicos de los que sólo se intuyen los resultados, y no da tiempo al congojo y emotividad que se supone debería poseer el final de una era. Tendremos que suponer que Yates prefirió echar mano de su pasado como realizador de series para ni-nis como Skins, y gustó de convertir a Harry Potter en lo más parecido a un Física o Química con varitas -como se vio en la horrorosa sexta parte- a intentar que la platea se tomara algo en serio a un Harry Potter cuya calidad fílmica se dirigía en dirección opuesta a su madurez como personaje.

 

Otro error garrafal resulta el desaprovechamiento de las que podrían ser las grandes aportaciones actorales. Que una grande como Emma Thompson aparezca balbuceando y sollozando durante apenas quince segundos o que Julie Walters y Helena Bonham Carter se peguen una especie de partidita al tute con varitas entre ellas y no existan más líneas para que nos den un respiro ante tanta incompetencia es de juzgado de guardia.

 

Por si fuera poco, la batalla final evoca más a los enfrentamientos de El Club del Duelo entre magos novatos que se relataban en la segunda parte a la que debería ser la batalla entre el bien y el mal por antonomasia. Cuando empiezas a ser consciente de que es ese el gran momento que todos llevábamos esperando, ya se ha terminado. Nadie pide una prórroga ni penaltis, pero tampoco que te sientes en las gradas y el partido haya terminado. Es algo así como que el Real Madrid o Barcelona se enfrentaran al Rápido de Bouzas.

 

Y ya como colmo del desaguisado, Yates nos brinda una escena final donde hay lugar para el célebre “Veintitantos años después” debería quedar para la posteridad como ejemplo de cuando intentar envejecer a actores para que semejen mayores de lo que son puede rozar el esperpento. Nadie pide que se maquillaran al estilo Benjamin Button, pero que tampoco aquello pareciera un capítulo de Madre a los 16. Para llorar.

 

Se puede entender que se quisiera evitar que Harry Potter terminase como un espectáculo de grandilocuencia y megalomanía y se intentara abogar por el intimismo de las acciones-reacciones entre personajes, el dolor de la muerte de quien quieres y el esperado surgimiento del amor entre quienes todos deseábamos y esperábamos. El problema aquí es que hasta hubiera sido preferible escoger una de las dos vías, pero hacerlo con calidad. Al final Harry Potter ni es espectacular ni es emotiva, es el final porque tiene que serlo  y el adjetivo de esperado adquiere desgraciadamente otro significado: no es esperado por expectante, sino porque se quiere terminar cuanto antes.

 

 

Y al final el que no debe ser nombrado no es Lord Voldemort, sino David Yates. Este talibán y kamikaze del celuloide comenzó convirtiendo la saga en una fanfarria con acordes de estupidez teenager destruyendo todo el trabajo orquestado por los anteriores realizadores, firmó casi un réquiem con una insoportable sexta parte y ahora, en un intento desesperado intentó vendernos una  tediosa e interminable ópera dividida en dos actos. Las Bodas de San Alonso versión Potteriana. De aquellas aguas estos lodos. Adiós  Harry, esperemos que te vaya mejor, que falta te hace amigo!

 

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«Hermandad de Sangre:Sorority Row» de Stewart Hendler (2009)


SORORITY ROW: EL SLASHER SE RENUEVA CON POSOS DE VICTORIA’S SECRET.

Para los pacientes amantes del cine de terror en su demencial vertiente de asesinos en serie, encontrar una única aportación novedosa a un subgénero que llevaba años languideciendo a velocidad de vértigo resultaba casi un imposible, una dolorosa utopía.

La subclase del slasher hizo su particular primera aparición allá por  el lejano 1978 de la mano del maestro de lo terrorífico, John Carpenter. Este film se erigió como manual de lo que supone la elaboración de una cinta de estas características, a saber: asesino desquiciado debido a un truculento trauma familiar digno del Diario de Patricia o bien por culpa de la sociedad postmoderna, y víctimas con todos los síntomas derivados de la susodicha sociedad ultracapitalista. Aquí podemos encontrarnos a féminas con una preocupación exacerbada por aumentar su talla de sujetador y varones cuya máxima aspiración es desabrochar el sostén de las recién citadas. El desarrollo de las acciones de semejantes personajes se puede acotar en persecuciones y crímenes, un bucle que termina justo en el instante en el que ya no queda por rebanar ni el apuntador.

De esa matriz que fue la Noche de Halloween surgió al instante sus consabidas derivaciones: por un lado sus propias secuelas interminables y por otro cintas que calcaron de forma casi enfermiza el modelo expuesto por aquella y variando únicamente el asesino-charcutero.  De estas, las más significativas -más por los jugosos dividendos en taquilla que obtuvieron y su pasmosa capacidad de fabricación de secuelas hasta el hartazgo- que por su calidad fueron Viernes 13 y Pesadilla en Elm Street .Curiosamente, en el año 2003 los serial killers de ambas sagas se enfrentaron cara a cara en el delirio hemoglobínico  que fue Freddy VS Jason y que se saldó con un notable éxito.

Este género hizo furor durante todo el decenio de los ochenta, si bien con el cambio de década el cansancio de la audiencia por culpa de la sobrecarga excesiva de cadáveres adolescentes que era ya una realidad.

La tabla de salvación llegó de la mano de la muy celebrada Scream en el año 1996, que fue quien de escupir el gusano que empodrecía la suculenta manzana. El film de Craven sirvió para aderezar al slasher a través de una dosis de autoparodia que funcionó con la precisión de un reloj suizo. En Scream, se alternaban las muertes con las carcajadas, las víctimas contaban un chiste antes de morir y el asesino no tenía pudor alguno en mostrar con antelación su planificación de la matanza.

Sin embargo, este ejercicio tan disfrutable no tuvo la esperada continuidad y se optó por la vía que precisamente había provocado la saturación anterior. Así, los errores perpretados en el pasado se elevaron a la máxima potencia a través de la descarada fotocopia y el plagio sin miramientos, unidos a la manía de realizar hasta décimas partes y un nuevo vía crucis: el ejercicio del remake, fruto de la pura dejadez, la alarmante falta de ideas y la estúpida aspiración de hacer caja a cualquier precio. Ahora se pasaba a copiar fotograma a fotograma, eso sí, ya dentro de la legalidad.

Quizá la personificación de todos y cada uno de los errores que habían llevado al slasher al abismo se podría retratar con el film Sé lo que hicisteis el último verano. La cinta  parecía regodearse en sus propios fallos y por ende, en todos los clichés típicos del género que éste se encargaba de repetir casi hasta con chulería. Por si fuera poco , la película peca todavía más al tomarse en serio a sí misma y adquirir una pose altiva, enorgulleciéndose de que el cast esté conformado por actores de tirada (pero de dudosas cualidades para el oficio) entre los teenagers de la época y por contar con un exageradísimo presupuesto totalmente innecesario para un film de terror, consiguiendo mandar al traste el primer mandamiento de obligado cumplimiento en este tipo de filmes: el aroma a serie B, bien porque es en realidad humilde en medios y, si no es el caso, porque debe parecerlo con el fin de resultar creíble. Por ello, Sé lo que hicisteis el último verano es el ejemplo palmario de lo que no se debe hacer en el cine de los asesinos en serie  y no lo fue Leyenda Urbana, que si bien era otro bodrio al menos cumplía el mandamiento de la humildad en el que el otro se terminó por sentenciar.

Con la llegada del nuevo milenio, bajo un panorama desolador en el que el remake irrumpió con fuerza de Titán y casi da por finiquitado el género por la vía artística, sorprende ver una cinta tan estimable como esta Hermand de Sangre.

Lo más loable de esta cinta es que sabe salir airosa de un desfavorable punto de partida, puesto que Sorority Row es un remake. Ante este percal, se optó por extraer la idea original, pero desechar la vía de la fotocopia.

Así, la estrategia funciona, puesto que hubo tino a la hora de actualizarla. A los creadores no se les escapó el hecho de que la sociedad de hoy en día tiene el paladar del factor sorpresa a prueba de bombas, y lo que antes provocaba pánico y estupor hoy quizá esté más próximo a rozar el ridículo.

Bien es cierto que Hermandad de Sangre es terror en su vertiente fast-food: se engulle y se digiere con facilidad, se olvida pronto pero se disfruta (y mucho). Es humilde en cuanto a medios pero sabe estar en el punto exacto: parece menos serie B de lo que en realidad es pero sin llegar a alejarse de los cánones establecidos. Su envoltorio es elegante no porque se haya derrochado en su concepción, sino porque se ha sabido invertir cada dólar, lo cual la engrandece.

Otro gran acierto es que coloca sobre la palestra varios dilemas éticos y morales que en un primer momento parece una incongruencia en un género más proclive al destrozo sin miramientos. Las protagonistas se ven sumidas en una situación la mar de grimosa, sus acciones desesperadas ante el secreto que deben ocultar provoca morbo en el espectador, que se pregunta una y otra vez qué haría el ante semejante coyuntura.  El film expone sin que nos enteremos todos los males de una sociedad cuyo modelo de vida y moneda de cambio es el puro y duro egoísmo, el narcisismo pueril, la auto-felación y el onanismo por obra y gracia de uno mismo. Precisamente, Sé lo que hicisteis el último verano comparte un guión muy parecido, pero naufraga hasta tal punto que parece querer justificar el asesinato encubierto de esos insoportables púberes.

Se disfrutan además las muertes, que desdeña tanto el gore gratuito como las muertes casi entre algodones en donde el asesino parece pasarlo mal matando cuando se le debería ir la vida en ello.

Por si fuera poco, las protagonistas ejercen el papel de féminas sibilinas, de chicas malas y de gossip girls de pasta que son capaces de esconder sus lodos por un cristal Swarovski. Cierto es que hay un desnivel en el trabajo actoral, con actuaciones de calidad notable y por encima de lo visto anteriormente y cuyas cotas más altas se alcanzan en los roles ejercidos por Rumer Willis y Leah Pipes, con otras que acaban cayendo en el cliché de las animadoras tontas que son masacradas con los pompones en ristre (y de lo que Jaume Collet-Serra se rio a través del papel de Paris Hilton en La Casa de Cera).

Final con sorpresa, banda sonora con una utilización acertada de las cuerdas para los momentos de tensión, y de regalo un rol-cameo de manos de Carrie Fisher, célebre por ser la princesa Leia y que aquí ejerce de regente de la hermandad sin su mítico peinado con forma de ensaimada. Así da gusto que te asesinen macho, así que: que empiece la escabechina!.

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